viernes, 10 de junio de 2011

Los hijos, ¿propiedad o misión?

Estamos acostumbrados a hablar de los hijos como si se tratase de algo propio, de una “posesión”. Tenemos un coche, tenemos una casa, tenemos un libro, tenemos un perro y... “tenemos cuatro hijos”.

Gracias a Dios, el coche no va a exigir sus derechos, ni va a gritar que no nos quiere. Si no arranca, lo llevamos al taller. Si después de dos semanas de arreglos no funciona, lo vendemos al chatarrero. En cambio, si el niño “no arranca” en la escuela...
 
Es cierto que los niños nacen dentro de una familia, por lo que resulta natural que la familia asuma la responsabilidad de esa vida que empieza. Pero el niño tiene un corazón, un alma, y eso no es propiedad de nadie. La filosofía nos enseña que el alma, lo más profundo de cada uno, no puede venir de los padres, sino que viene de Dios. Los padres dan a su hijo el permiso para la vida y asumen la hermosa tarea de ayudarle, pero no pueden dominarlo como al coche o al perro.

Entonces, ¿cuál es la actitud más correcta ante el hijo que hoy “camina” a gatas por el pasillo y que pronto empezará a darse coscorrones en la cabeza? ¿Le dejamos hacer lo que quiera? Este era el sueño de Rousseau con su “creatura”, Emilio. No hace falta ser un gran psicólogo para comprender que el niño ideal de Rousseau llegaría a la juventud sólo por obra de un milagro... La realidad es que los padres están llamados a dar una formación profunda, correcta, clara, a sus hijos.

Primero enseñamos al niño normas de “seguridad”: no asomarse por la ventana, no meterse en la boca objetos peligrosos, no tocar animales extraños. Después, la búsqueda de la salud nos hace pedirle que tenga las manos limpias, que no se llene el estómago con caprichos, que no se rasque las heridas..

Simultáneamente enseñamos al hijo a hablar. Sus ojos cada día brillan de un modo distinto, y pronto su mundo interior, su corazón, se nos abre no sólo con las miradas, las manos y la sonrisa, sino con esas primeras y temblorosas palabras que empieza a decir con la confianza de ser acogido. Los padres que escuchan por vez primera “mamá”, “papá”, sienten muchas veces un vuelco en el corazón. El niño crece, y habla, y habla, y habla... Cuando ya ha aprendido un vocabulario básico, impresiona por su hambre de saber, de comunicar, de decir que nos quiere, o que ha dibujado un avión, o que ha visto una lagartija, o que acaba de encontrar un amigo de su edad...

Alguno podría pensar que la misión de los padres termina aquí, y que el resto le toca a la escuela. Sin embargo, el hijo todavía tiene que aprender detalles de educación que van mucho más allá de las normas de supervivencia o del usar bien las palabras del propio idioma. Dar las gracias, pedir permiso, saludar a un maestro, prestarle un juguete al amigo, hacer los deberes en vez de contemplar lo que pasan por la tele...

La educación moral es uno de los grandes retos de toda la vida familiar. La mayor alegría que pueden sentir unos padres es ver que sus hijos son, realmente, buenos ciudadanos. El dolor de cualquier padre es darse cuenta de que su hijo hace lo que quiere y que empieza a engañar a los maestros, a robar del monedero de mamá, a golpear a los compañeros o hermanos más pequeños, e, incluso, a levantar la voz en casa contra sus mismos padres...

San Agustín se quejaba de que sus educadores le regañaban más por un error de ortografía que por una falta de comportamiento. La queja tiene una triste actualidad en quienes se preocupan más por el 10 de sus hijos en inglés que por la pornografía que vean en internet o por las primeras drogas que puedan tomar con los amigos. Si somos sinceros, es mucho mejor tener un hijo agradecido y bueno, aunque no sepa alta matemática, en vez de tener un hijo ingeniero que ni siquiera es capaz de interesarse por lo que les ocurra a sus padres ancianos...

Los hijos no son propiedad de nadie, ni de la familia, ni de la escuela, ni del Estado. Pero todos, especialmente en casa, estamos llamados a ayudar a los niños y adolescentes a crecer en su vida como buenos ciudadanos y como hombres de bien. Esa es la misión que reciben los padres cuando inicia el embarazo de cada niño. Quienes hemos tenido la dicha de tener unos padres que nos han ayudado a respetar a los demás, a amar a Dios y a vivir de un modo honesto y justo, nunca seremos capaces de darles las gracias como se merecen. Quienes no han tenido esta dicha... pueden, al menos, preguntar cómo se puede enseñar a los hijos a ser, de verdad, buenos, no sólo en la formación científica, sino en los principios éticos más elevados.

Esa es la misión que reciben los esposos cuando su amor culmina en la llegada de un hijo. Cumplirla puede ser difícil, pero la alegría de un hijo bueno no se puede comprar ni con todo el dinero del Banco Mundial...

jueves, 9 de junio de 2011

TALLER DE TAFI

En nuestro Taller de Finanzas Tendremos la venta de Paletas con chile

Aqui tienes la receta:

MANZANAS CON TAMARINDO CHAMOY Y CHILE

LAVAS Y SECAS TUS MANZANAS LES INSERTAS UN PALTITO QUE PRIMERO FROTAS CON LIMON PARA QUE RETARDE LA OXIDACION

LUEGO AMASAS PULPARINDO COMO SI FUERA PLASTILINA Y LAS CUBRES CON ESTA MASA

LAS UNTAS DEL CHAMOY LIQUIDO Y LAS ROCIAS DEL CHILE EN POLVO


Manzanas de tamarindo con chile

Se lavan y secan bien, se les quita el tallito y se les pone el palito al que primero se le pone un poco de limon para que no se oxide rapido la manzana

Luego se le pone el dulce de tamarindo, puede ser pelon pero rico y se le unta con una cuchara con la parte de atras con cuidado para no maltratarla o tambien se le pueden poner pulparindos, se entibian un poco y se manejan como plastilina para cubrir la manzana

Ya cuando estan cubiertas se les pone el chile, si se uso pulparindo, se humedecen un poquito antes, pueden usar chamoy miguelito o chile tajin en polvo



Manzanas acarameladas o confitadas con chamoy

Ingredientes:

● 15 manzanas rojas pequeñas y muy crujientes
● 4 tazas de azúcar
● 1 taza de agua
● ½ cucharadita crémor tártaro
● 3 cucharaditas de colorante alimentario rojo
●1/2 litro de chamoy
●chile en polvo para decorar


Preparación:

1. Forrar una placa de horno con papel aluminio y engrásalo con aceite o mantequilla derretida.

2. Limpiar las manzanas con un paño seco. Insertar un palito para helador o una brocheta gruesa de madera, en la parte inferior de cada manzana.

3. Mezclar azúcar y agua, ojalá en olla fondo pesado, y calentarlo
removiendo hasta que azúcar se disuelva por completo, pero sin que llegue a hervir. Añadir crémor y colorante. Llevar a ebullición, bajar el fuego y dejarlo hervir sin remover 15 minutos, o hasta que una cucharadita de la mezcla sumergida en agua fría quede como caramelo blando. (Si tienes termómetro para azúcar que alcance temperatura de 138ºC).

4. Sumergir las manzanas en el caramelo y el chamoy , de una en una espolvoreal chile en polvo
. Dejarlas escurrir y ponerlas sobre la placa ya preparada, y dejarlas a temperatura ambiente hasta que se solidifique el caramelo.
Puedes envolverlas en celofán y lazos de colores.
Se conservan en buen estado 2 días.